La meta es creer: Un viaje de 7K hacia la propia resistencia interior

 

¡Gracias Yurley por no rendirte. Hoy tú fuistes mi heroína!


Esta mañana, en la vibrante Cúcuta, el 20 de Julio no fue solo una fecha en el calendario, sino el escenario de una historia de superación que desafía cualquier pronóstico. Tengo 50 años, y mi camino de entrenamiento para esta carrera se vio interrumpido por lesiones, cirugías, endometriosis, anemia, y condiciones como Hashimoto, hipertensión e hipertrofia ventricular, además de transitar la menopausia. Aun así, me lancé a conquistar mis primeros 7 kilómetros. Esta no es solo la historia de una carrera, sino la prueba de la increíble capacidad de mi espíritu humano, esta es mi independencia.

Desde febrero, el objetivo de esta carrera había sido mi faro, a pesar de las adversidades. Días de fondo, pliometría, fuerza y kilómetros de caminatas guiadas por entrenadores excepcionales y un esposo que se convirtió en mi mánager, mi sombra y mi motivador principal. Sin embargo, la semana previa, un reconocimiento de ruta bajo el implacable sol cucuteño dejó mi cuerpo adolorido, con músculos que parecían recién descubiertos. Glucosamina, complejo B, analgésicos, masajes e incluso una visita a las aguas termales buscaron alivio, pero el dolor persistía, amenazando mi tan esperada meta.

La mañana de la carrera, la duda era una sombra pesada: "No creo que pueda", me susurró la voz interior. Pero fue en ese instante, en la intimidad de la oración, donde mi perspectiva cambió. No se trataba de ganar, ni de competir con los titanes del atletismo, sino de un deseo profundo: terminar la carrera por mis propios medios, sin complicaciones, sin arritmias, sin problemas respiratorios, sin lesiones. Un anhelo simple, pero poderoso: sentirme viva, no solo una sobreviviente.

Con esa oración como combustible, el calentamiento y estiramiento fueron más meticulosos que nunca. Y entonces, Dios puso en mi camino a Yurley, una mujer que afrontaba su primera carrera con asma, gripe y el deseo de rendirse en el primer kilómetro por su evidente malestar. La verdad, la sentí como una señal divina, una oportunidad para olvidarme de mis propias dolencias y concentrarme en algo más grande. 

Por un lado, no quería que ella viviera lo que yo una vez experimenté en una carrera anterior: desmayarme y llegar a la meta en una ambulancia, sintiéndome completamente sola. Esa sensación es devastadora. Por otro, simplemente le tendí la mano: "Mira, no te voy a dejar rendir. Voy a hacer la carrera contigo". Lo que debía ser un ritmo de resistencia para mí se transformó en un paso acompasado, zona 2 o 3, acompañándola. Al enfocarme en ella, mi mente se desvió de mi propio dolor, y eso, creo, fue clave - hasta que llegué a casa y me quité mis zapatos y descubrí mis medias con sangre -.

En el kilómetro 6, mientras animábamos a otra corredora, Yurley pronunció las palabras que arrugaron mi corazón, un corazón hipertrofiado que en ese momento se sentía pequeño y emocionado. "Ella es la brava", dijo Yurley, "porque ella no se ha detenido, porque ha hecho toda la carrera trotando, porque ha bajado el ritmo para seguirme aunque yo me haya detenido, aunque me haya sentado... ¡Brava ella!".

En ese instante, la epifanía. "Wow, esa soy yo." A pesar de las dolencias, a pesar de todo, había corrido casi seis kilómetros sin detenerme. Una sensación de felicidad y gratitud invadió mi ser, haciendo que mi cuerpo se sintiera ligero, mis piernas y pies flotando.

Más adelante, una pizarra revelaba los nombres y las razones para correr. Para mí, era el recordatorio tangible de que nuestro cuerpo es una máquina perfecta, genial, con capacidades insospechadas. A menudo, nos enfocamos en sus falencias, en sus debilidades, y es ahí donde nos rendimos. Pero cuando la emoción, la mente, el espíritu y, sobretodo, la fe se unen, las maravillas son posibles.

El éxito no se mide con la misma vara para todos. Si bien los atletas de élite como mi admirada entrenadora merecen cada podio por su dedicación inquebrantable, hay otras victorias, otras campeonas. Mujeres como Yurley, que en su primera carrera, con asma que cruzó la meta. Y yo, que con cada una de mis condiciones, me atreví a soñar y a conquistar. Yo también soy una guerrera, una campeona, que superó mis propias limitaciones y, lo más importante, ¡lo disfruté!

Esta experiencia es una invitación a ir más allá de la meta física, a superar nuestros propios límites, a creer en nosotros mismos y a disciplinarnos no desde la autocompasión ante una dolencia o una "condición de salud", sino desde el deseo de crecer. Al final, es Dios y, sobre todo, la voluntad inquebrantable de cada persona, la que nos permite alcanzar nuestros objetivos, sin importar la mochila de desafíos que carguemos.

Comentarios

  1. Admiro tu capacidad resiliente, pero también la de plasmar tus aventuras y desventuras, sin perder detalles. ¡Un abrazo en la distancia!

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    1. "Ángel amigo, ¡el running me reafirma lo increíble que es el cuerpo, una verdadera máquina divina! Y qué bendición poder compartir lo que siento y veo para que otros descubran la grandeza en sí mismos. ¡A seguir inspirando!"

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    2. Mil gracias, Siempre he dicho Dios nunca se equivoca y el nos pone en el camino ángeles y tú eres uno de ellos, gracias por acompañarme en esos 7k cuando desde el inicio dije que no podía. Eres una mujer valiente.

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    3. ¡Qué bonitas palabras, Yurley! Leer tu comentario me llena el corazón de una gratitud inmensa. Siempre he creído que las personas correctas llegan a nuestra vida en el momento preciso, y hoy confirmo que tú fuiste ese ángel en mi camino.
      Gracias a ti, mi enfoque dejó de estar en mis propias dolencias y se centró en la oportunidad de acompañarte. Tu valentía para no rendirte, incluso cuando la voz te decía que no podías, fue el motor que me impulsó. Cada uno de tus pasos fue mi propio sostén, una inyección de fuerza que me recordó que no se trata de la velocidad, sino de la resistencia del espíritu.
      Me siento bendecida de haber compartido contigo esos 7K, y de haber sido testigo de tu propia victoria. Eres una inspiración, Yurley, y juntas demostramos que la fe y la voluntad nos llevan mucho más lejos de lo que imaginamos. ¡Un abrazo enorme!

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